Era un día como otro cualquiera. Elisabthet y su familia estaban ya de vacaciones. Sus padres pensaron que era un buen momento para ir a algún lugar especial. Nuestra protagonista no quería ir, porque ya había hecho planes con sus amigas: quedar para dar un paseo o, simplemente, ir a la piscina. No le hacía mucha gracia, así que mantuvo una pequeña discusión con su madre, pero, al final, aceptó a regañadientes y preparó sus maletas.
Fueron a un hotel precioso, muy cerca de una larga playa. Nada más llegar, observó que el patio estaba lleno de niños. Uno de ellos le llamó la atención, pues parecía muy simpático y alegre. Su risa llenaba todo el ambiente. Dejó las maletas en la habitación y corrió al patio a conocer a toda la chiquillería.
- “¡Hola! Soy Elisabthet!” Dijo al chico de antes. Él respondió “¡Hola! Soy William y esta chica es Mirella, mi hermana”.
Mirilla estaba muy resentida, porque William ya no le hacía el mismo caso que antes. Llegado un momento, espetó a Elsabhtet: “¡Deja a William en paz, márchate de aquí”. - “No te enfades, yo sólo soy su amiga y no te lo voy a quitar, es tu hermano”.-diijo Elisabthet.
Al día siguiente todo continuaba igual, Mirilla, no hacía más que incordiar. William, harto de las riñas y el mal ambiente, se fue a dar un paseo por la playa, para poder pensar y buscar un poco de tranquilidad. Se metió entre unas rocas y observó, en medio, un armario viejo, casi desarmado por el oleaje. Abrió las puertas, que todavía giraban sobre sus goznes y se quedó alucinado ante lo que se descubrió a sus ojos.
Elisabthet, lo había seguido en silencio, preocupada por que algo le pudiera pasar y porque quería hablar seriamente con él. Cuando vio lo del armario y la extraña luz que iluminó la playa fue a buscar a sus hermanos y a Mirilla. William había desaparecido y necesitaba ayuda, toda la ayuda posible.
Nada más abrir el armario, al igual que había ocurrido con William, una tenue luz inundó el ambiente y los envolvió. Primero sintieron un escalofrío, después una tranquilizadora calidez, de repente una sensación de felicidad. Justo en ese instante, se encontraron en otra playa. El paisaje que se abría ante sus ojos estaba tapizado de bosques frondosos y arroyos frescos. El canto de los pájaros se oía por todas partes.
Dieron sus primeros pasos y se internaron en la isla. En eso, de unos árboles llamativamente grandes, ocho animales saltaron y se situaron en el camino, franqueando el paso. Eran un cerdo, una ardilla, un mapache, un búho, un perro, un ratón de campo, un gato y un loro muy ruidoso. Los animales comenzaron a hablarles de manera atropellada. Se quedaron impresionados -¡Que guay, pueden hablar!.
Los animales les llevaron con William que estaba explorando una zona del bosque y les enseñaron todo. Al anochecer, no se plantearon siquiera volver, se lo estaban pasando tan bien… William y Elisabthet buscaron un lugar donde pasar la noche y el resto de la pandi se puso a jugar.
Pero esa isla tenía también un lado oscuro. Jack, un troll sucio y malvado, odiaba a los visitantes. Cuando el cuervo Nicolás le informó entre graznidos de las novedades que ocurrían en su isla cogió su garrote y un saco enorme y en cuatro zancadas se plantó en medio del campamento que habían montado nuestros protagonistas.
-“¡Corred chicos, antes de que os coja!” Gritaron los animales, pero el aviso llegó tarde. Jack, con sus enormes brazos atrapó a los chicos pequeños que se habían quedado en el campamento, no les dio tiempo a despertarse. Odiaba a la gente buena, olían mal, eran cursis y le destrozaban sus planes.
Cogió a los hermanos pequeños y a Mirella y los encerró en una jaula sucia, en una oscura habitación dentro de su cueva, entre restos de comida, heces, orines y huesos de animales que antes había atrapado. Pasaron mucho tiempo. Al rato volvió a aparecer y quiso hablar con los chavales. Quería que se hicieran malos como él.
Los animales habían podido escapar y corrieron a avisar a William y Elisabthet, que todavía exploraban la isla, sin sabe qué había ocurrido. Buscaron entre los árboles, entraron en las cuevas más escondidas…por todas partes, hasta que oyeron un ruido muy extraño ¡Eran William y Elisabthet”
Perrito, muy nervioso, les dijo: -“¡Elisabthet! ¡Mirella y tus hermanos están en peligro!”.
- “¿Qué les pasa? ¿Están bien? ¿Dónde están?”. Preguntó Elisabthet, muy preocupada.
- “Jack, el troll malvado del bosque, los atrapó y los llevó a su cueva. Me imagino que muy bien no estarán”.
- “¿Donde esta esa cueva?”, quiso sabe Peter.
-“Id recto, luego a la derecha, otra vez recto y a la izquierda, ahí la encontraras”. Respondió gatito amable, pero muy aterrado.
-“¡Gracias amigos!”.
William y Elisabthet corrieron hasta la cueva, el troll no estaba en ese momento, quizá los estaba buscando. Pasaron entre las ramas y las hojas que impedían en el paso. A tientas llegaron a la estancia donde, de frío y miedo, tiritaban sus hermanos. En silencio, abrieron la jaula y salieron al exterior. Una bocanada de aire fresco los espabiló y los nervios y el miedo les hicieron correr como nunca. Sabían que Jack, el terrible y apestoso troll, podía volver en cualquier momento.
En la playa encontraron el armario y se metieron en él precipitadamente, justo cuando se oían los gritos de rabia que Jack echaba desde su cueva, pues debía de haber descubierto que su cena había desaparecido de la cueva.
El susto no se les pasó hasta que llegaron a su casa. Cuando vieron a sus padres corrieron a darles un fuerte abrazo y se sintieron, por fin, seguros. –“¡Niños niños! Tranquilizaos. ¿Qué os pasa?”. – “¡Cuánto tiempo sin veros! ¡Qué alegría!.
Los padres estaban muy extrañados, pues no habían pasado ni 10 minutos desde que los habían visto salir de casa ¡En el mundo real el tiempo se había detenido!
Al fin se tranquilizaron, todos se quedaron dormidos excepto Elisabthet, que le rondaba algo por la cabeza. - “Mamá, Papá, siento haberme enfadado con vosotros, me doy cuenta que no que no siempre puedo tener todo lo que quiera. Lo siento!” –“Tranquila hijo no pasa nada, pero nos alegramos de que lo comprendas, y ahora vete a dormir que mañana nos queda un viaje muy largo”.
A la mañana siguiente, todos se despidieron. William y Elisabthet estaban especialmente tristes.
-“Bueno Elisabthet, que sepas que lo he pasado muy bien estas vacaciones e intentaré venir el año que viene”. –“Yo también lo he pasado fenomenal, William, nos vemos el año que viene, seguro”. Contesto Elisabthet.
Se dieron un abrazo y cada uno se fue con sus padres y sus hermanos.
MORALEJA: NO SIEMPRE PUEDES QUEDARTE CON TODO LO QUE TE GUSTA.
Autoras: Edurne, Ainara, Shelvi, María y Antonia
Fueron a un hotel precioso, muy cerca de una larga playa. Nada más llegar, observó que el patio estaba lleno de niños. Uno de ellos le llamó la atención, pues parecía muy simpático y alegre. Su risa llenaba todo el ambiente. Dejó las maletas en la habitación y corrió al patio a conocer a toda la chiquillería.
- “¡Hola! Soy Elisabthet!” Dijo al chico de antes. Él respondió “¡Hola! Soy William y esta chica es Mirella, mi hermana”.
Mirilla estaba muy resentida, porque William ya no le hacía el mismo caso que antes. Llegado un momento, espetó a Elsabhtet: “¡Deja a William en paz, márchate de aquí”. - “No te enfades, yo sólo soy su amiga y no te lo voy a quitar, es tu hermano”.-diijo Elisabthet.
Al día siguiente todo continuaba igual, Mirilla, no hacía más que incordiar. William, harto de las riñas y el mal ambiente, se fue a dar un paseo por la playa, para poder pensar y buscar un poco de tranquilidad. Se metió entre unas rocas y observó, en medio, un armario viejo, casi desarmado por el oleaje. Abrió las puertas, que todavía giraban sobre sus goznes y se quedó alucinado ante lo que se descubrió a sus ojos.
Elisabthet, lo había seguido en silencio, preocupada por que algo le pudiera pasar y porque quería hablar seriamente con él. Cuando vio lo del armario y la extraña luz que iluminó la playa fue a buscar a sus hermanos y a Mirilla. William había desaparecido y necesitaba ayuda, toda la ayuda posible.
Nada más abrir el armario, al igual que había ocurrido con William, una tenue luz inundó el ambiente y los envolvió. Primero sintieron un escalofrío, después una tranquilizadora calidez, de repente una sensación de felicidad. Justo en ese instante, se encontraron en otra playa. El paisaje que se abría ante sus ojos estaba tapizado de bosques frondosos y arroyos frescos. El canto de los pájaros se oía por todas partes.
Dieron sus primeros pasos y se internaron en la isla. En eso, de unos árboles llamativamente grandes, ocho animales saltaron y se situaron en el camino, franqueando el paso. Eran un cerdo, una ardilla, un mapache, un búho, un perro, un ratón de campo, un gato y un loro muy ruidoso. Los animales comenzaron a hablarles de manera atropellada. Se quedaron impresionados -¡Que guay, pueden hablar!.
Los animales les llevaron con William que estaba explorando una zona del bosque y les enseñaron todo. Al anochecer, no se plantearon siquiera volver, se lo estaban pasando tan bien… William y Elisabthet buscaron un lugar donde pasar la noche y el resto de la pandi se puso a jugar.
Pero esa isla tenía también un lado oscuro. Jack, un troll sucio y malvado, odiaba a los visitantes. Cuando el cuervo Nicolás le informó entre graznidos de las novedades que ocurrían en su isla cogió su garrote y un saco enorme y en cuatro zancadas se plantó en medio del campamento que habían montado nuestros protagonistas.
-“¡Corred chicos, antes de que os coja!” Gritaron los animales, pero el aviso llegó tarde. Jack, con sus enormes brazos atrapó a los chicos pequeños que se habían quedado en el campamento, no les dio tiempo a despertarse. Odiaba a la gente buena, olían mal, eran cursis y le destrozaban sus planes.
Cogió a los hermanos pequeños y a Mirella y los encerró en una jaula sucia, en una oscura habitación dentro de su cueva, entre restos de comida, heces, orines y huesos de animales que antes había atrapado. Pasaron mucho tiempo. Al rato volvió a aparecer y quiso hablar con los chavales. Quería que se hicieran malos como él.
Los animales habían podido escapar y corrieron a avisar a William y Elisabthet, que todavía exploraban la isla, sin sabe qué había ocurrido. Buscaron entre los árboles, entraron en las cuevas más escondidas…por todas partes, hasta que oyeron un ruido muy extraño ¡Eran William y Elisabthet”
Perrito, muy nervioso, les dijo: -“¡Elisabthet! ¡Mirella y tus hermanos están en peligro!”.
- “¿Qué les pasa? ¿Están bien? ¿Dónde están?”. Preguntó Elisabthet, muy preocupada.
- “Jack, el troll malvado del bosque, los atrapó y los llevó a su cueva. Me imagino que muy bien no estarán”.
- “¿Donde esta esa cueva?”, quiso sabe Peter.
-“Id recto, luego a la derecha, otra vez recto y a la izquierda, ahí la encontraras”. Respondió gatito amable, pero muy aterrado.
-“¡Gracias amigos!”.
William y Elisabthet corrieron hasta la cueva, el troll no estaba en ese momento, quizá los estaba buscando. Pasaron entre las ramas y las hojas que impedían en el paso. A tientas llegaron a la estancia donde, de frío y miedo, tiritaban sus hermanos. En silencio, abrieron la jaula y salieron al exterior. Una bocanada de aire fresco los espabiló y los nervios y el miedo les hicieron correr como nunca. Sabían que Jack, el terrible y apestoso troll, podía volver en cualquier momento.
En la playa encontraron el armario y se metieron en él precipitadamente, justo cuando se oían los gritos de rabia que Jack echaba desde su cueva, pues debía de haber descubierto que su cena había desaparecido de la cueva.
El susto no se les pasó hasta que llegaron a su casa. Cuando vieron a sus padres corrieron a darles un fuerte abrazo y se sintieron, por fin, seguros. –“¡Niños niños! Tranquilizaos. ¿Qué os pasa?”. – “¡Cuánto tiempo sin veros! ¡Qué alegría!.
Los padres estaban muy extrañados, pues no habían pasado ni 10 minutos desde que los habían visto salir de casa ¡En el mundo real el tiempo se había detenido!
Al fin se tranquilizaron, todos se quedaron dormidos excepto Elisabthet, que le rondaba algo por la cabeza. - “Mamá, Papá, siento haberme enfadado con vosotros, me doy cuenta que no que no siempre puedo tener todo lo que quiera. Lo siento!” –“Tranquila hijo no pasa nada, pero nos alegramos de que lo comprendas, y ahora vete a dormir que mañana nos queda un viaje muy largo”.
A la mañana siguiente, todos se despidieron. William y Elisabthet estaban especialmente tristes.
-“Bueno Elisabthet, que sepas que lo he pasado muy bien estas vacaciones e intentaré venir el año que viene”. –“Yo también lo he pasado fenomenal, William, nos vemos el año que viene, seguro”. Contesto Elisabthet.
Se dieron un abrazo y cada uno se fue con sus padres y sus hermanos.
MORALEJA: NO SIEMPRE PUEDES QUEDARTE CON TODO LO QUE TE GUSTA.
Autoras: Edurne, Ainara, Shelvi, María y Antonia